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Cunnus/Mentula

PEDRO GIMFERRER
A cargo de Abedardo Punzón
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CUNNUS

¿Si una flor sola, sólo un ramillete,
un susurrar de rubio se desliza,
si sólo en este pliegue un oro iza
el vértice de luz de tu florete?
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¡Si no puedo decirte “Ven” o “Vete”,
si con mirarte mi ojo ya agoniza,
si tu pubis me borra como tiza,
si mi mástil navega ya sin flete!
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¡Si sé decir que quiero que me digas
qué inflamarán en mí tus chimborazos,
de qué debo morir entre tus brazos
por la luz de los nardos y las higas,
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de qué debo morir si en mí perdonas
la cortesía al aire que coronas
con la fulguración de tus espigas!
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COMENTARIO CRÍTICO

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Poema inscrito en la estética situada más allá del ultra-vanguardismo, movimiento que se caracteriza por su pugna contra la sintaxis y más concretamente contra la oración principal, a la que los gramáticos modernos se refieren con el nombre de frase matriz. En este caso, sin embargo, el poeta prescindió de toda frase matriz, porque ya hay suficiente matriz en el título, “Cunnus”.

Es un poema de los llamados “exhibicionistas”. La primera exhibición está ya en el título. El autor exhibe su lato conocimiento del latín. De esta forma sólo los lectores suficientemente latinizados saben que “cunnus” es “coño”. Es posible que el poeta creyera que “cunnus” era menos obvio, menos obsceno y menos obstétrico que un coño en castellano, lo cual es absurdo porque un coño es un coño en cualquier lengua. Más adelante inicia otro exhibicionismo: la de las partes bajas, que, valga la redundancia, estudiaremos más abajo.

En cuanto a la forma, tiene tres cuartetos y un terceto; quince versos en total, una especie de soneto-plus, interesantísimo. La rima es la siguiente: ABBA – ABBA – CDDC –  y finalmente EEC. Los versos son endecasílabos, del primero al último. Para contrastar con la estética ultra-vanguardista, el poeta se ciñe al metro más prestigioso de la tradición española. Se trata de un poema interrogativo exclamativo-admirativo. La primera estrofa es interrogativa y todas las demás admirativo-exclamativas.

En cuanto al contenido, en el primer verso de la primera estrofa, vemos que el poeta adopta una actitud dubitativa: ¿se trata de una flor sola o de sólo un ramillete? No hay respuesta. También hubiera podido decir “Si un ramillete solo, si sólo una flor” puesto que, en este tipo de poesía, el orden de los factores no altera el producto. En todo caso, nótese la aliteración “sola /sólo”, destinada a enfatizar la soledad del poeta antes de ver el “cunnus”. Ahora bien: si es sólo un ramillete, tiene que haber más de una flor sola. Es una pena que el poeta no se pronuncie al respecto, porque a todos los críticos lectores nos interesa una barbaridad saber si eran una o varias flores, ya que, por más que “flor” y “ramillete” estén en singular, no es lo mismo, sino todo lo contrario. Se dice que varios lectores no pudieron conciliar el sueño a causa de no poder resolver la contradicción entre “una flor sola” y “sólo un ramillete”.

La oscuridad de la estrofa se va iluminando poco a poco si consideramos que, al comienzo del verso segundo, podemos ponerle otro “si” condicional elíptico, que nos daría “si un susurrar de rubio se desliza”. En esta segunda condicional implícita, se desliza un susurrar de rubio… Se supone que el sustantivo implícito es “pelo púbico teñido de rubio”, que nos daría: “si un susurrar de pelo púbico teñido de rubio se desliza”… No es lo mismo un susurrar de pelo rubio que de pelo moreno, de ahí que el poeta (cuya máxima intención es que el poema, aunque oscuro, se entienda bien) especifique qué tipo de pelo se desliza. No nos dice a ciencia cierta hacia dónde se desliza el susurro del rubio, pero hay que sobreentender por la ley gravitatoria que se desliza hacia abajo, con una clara referencia al dicho catalán, de todos conocido: “Abajo, abajo que hace bajada”.

Sigue la tercera condicional: la palabra clave que más ha desorientado a los críticos es “florete”. La inmensa mayoría de ellos interpreta que “florete” es el pene del poeta, que, al tener un vértice, permitía interpretar que se trata de un pene isósceles alargadito, izado (ver el tercer verso) por el oro, es decir el pelo púbico teñido de rubio. A nuestro parecer, a pesar del poema “Mentula”, comentado más abajo, se trata de una interpretación errónea, porque el poema dice “tu florete” y esta segunda persona del singular no puede ser un macho porque tiene cunnus. Nuestra interpretación parte de entender “florete” como un paño transparente que se ha puesto ella, como si de un pareo se tratara, sin nada debajo, y que, en uno de sus pliegues, deja ver el cunnus con el pelo púbico teñido. Y ahora viene lo mejor de la estrofa, que es el vértice de luz del florete que le tapa el coño. Lástima que no sepamos muy bien si la luz del florete viene de una linterna que ella se haya puesto en la entrepierna o bien de la fuerza del deseo de él que, por sí misma, ilumina el florete. Ambas cosas son plausibles. La muchacha puede haberse puesto una linterna encendida para realzar el “oro” del verso 3. Pero el deseo del muchacho, que, si es el poeta, ya dejó de serlo hace mucho tiempo, también puede iluminar metafóricamente el cunnus de ella. Quédese el lector con la interpretación que quiera, porque da igual.

Ahí acaba el segmento condicional con un interrogante, pero sin frase principal, lo cual no ha dejado de dejar totalmente perplejos a tantos lectores, porque, claro, es como si yo le dijera a alguien esta frase: “¿Si me das cien euros?”, seguro que se me respondería que acabara la frase, y luego yo dijera, por ejemplo: “¿Si me das cien euros, te rasgo el florete?” A esta interrogación condicional se podría responder: “¿Me lo preguntas o me lo propones?” Por lo tanto, aunque no quede claro, está clarísimo que el poeta lo prefiere oscuro, ya que a oscuras se pueden entender muchas cosas que a las claras del día no se entienden.

En la segunda estrofa, el “tú” va dirigido a la muchacha a la cual el poeta no puede decirle “ven” ni “vete”, más bien le dice elípticamente, “¡Quieta ahí, muchacha, que voy yo!” Mirarla a ella causa que su ojo (no sabemos si el derecho o el izquierdo) agonice, seguramente por culpa de tanta luz. Se trata, pues, de una mujer peligrosa, porque además de causarle a él la agonía de un ojo, su pubis ejerce de borrador: lo borra a él, como si él no fuera más que un nombre escrito en una vulgar pizarra, con tiza, como deja muy claro el verso séptimo. Lo que se borra deja de existir, pero afortunadamente para nosotros, lectores, el poeta sigue existiendo hasta el último.

Lo más dramático del poema se concentra en el verso octavo. Ahí, la palabra clave es “flete” que significa la carga de un barco con mástil. Desgraciadamente, en este verso, se nos dice que el mástil ya ha descargado su flete, lo cual significa que ya ha eyaculado y que lo ha hecho precozmente. No porque el muchacho sea precoz (en realidad ya es bastante mayor). Lo que es precoz es la eyaculación, porque esta tiene lugar antes de cualquier manoseo. Tan pronto como el mástil se queda sin flete, aparece el signo admirativo-exclamativo, que sería algo así como si yo le dijera a alguien: “!Si me das cien euros!”, a lo cual se me podría espetar: “Si te doy cien euros, ¿qué?” Y yo podría responder: “¡Si me das cien euros te chupo el mástil!” El signo exclamativo significaría que, como el pene baja después de la eyaculación, para compensarlo lo que se alza es la voz. Algunos críticos interpretan los signos admirativo-exclamativos como la brusquedad de la expulsión del flete por parte del mástil, aunque no es muy plausible, dada la edad del poeta.

A partir de este signo, siguen once versos más, que sólo contienen subordinadas. Ahora bien, lo importante de verdad viene ahora, en la tercera estrofa, otra condicional: el poeta nos dice que si sabe que quiere que (ella) le diga dos cosas: la primera (verso décimo) es qué cosa de él los chimborazos de ella le chamuscarán. Y la segunda de qué (enfermedad) debe morir (él) en los brazos de ella a causa de la luz (recordemos que es metáfora de deseo) de los nardos y las higas. La palabra clave es “chimborazos”. Hay comentaristas que creen que se trata de una metonimia de ovarios. Pero nosotros sabemos que “Chimborazo” es un volcán del Ecuador, cuya última erupción tuvo lugar en el primer milenio después de Cristo. Si el poeta lo pone en plural es que hay más de uno. Supongamos que son dos. Pues ya tenemos la interpretación: las tetas de ella, que son dos volcanes extinguidos. Pero ¿qué pueden inflamar si se trata de dos volcanes inactivos y además ya ha habido la eyaculación? Aun así, hay críticos que proponen interpretar “chimborazos” como “cojones de ella”, en el sentido de “valor”. No es fácil demostrarlo, pero tenemos que reconocer que una muchacha con unos buenos chimborazos es capaz de chamuscar al poeta más pintado.

Con todo, todavía no hemos llegado a la frase principal. Lo que sigue depende de “digas”. Es decir (repitámoslo): él ya sabe qué quiere decir que ella le diga de qué enfermedad debe morir él en los brazos de ella a causa de la luz de los nardos y las higas. Ahí está la asesina de verdad: la luz de los nardos y las higas. La vulgaridad del contenido expresivo (pollas y chochos) no quita la sublimidad de la metáfora. No es que se trate de una orgía con muchos nardos e higas participando en ella, ni que el poeta, obnubilado, vea más de un nardo y más de una higa, cuando sólo hay uno de cada. No. Simplemente el poeta tenía que rimar con “digas” y ha pluralizado el nardo y la higa. No nos distraiga esto del hecho de que, en caso de asesinato, el poema ya nos da la pista: tanto nosotros como la policía sabemos perfectamente que el asesino es la luz del nardo y la higa en plural (verso duodécimo).

Dependiendo también de “digas”, viene la cuarta estrofa, en la cual el galimatías no hace sino aumentar, porque no se sabe qué es lo que ella tiene que perdonar, en él, al aire que ella corona con la fulguración de las espigas de ella. (Véase versos 9-15). ¿Qué quiere decir el poeta con ello? Vamos a descifrárnoslo: “la fulguración de tus espigas” significa que las espigas de ella fulguran (otra vez la dichosa luz); pero ¿qué son las “espigas”? Evidentemente no pueden ser ni los pies, ni las manos, ni las piernas, ni los brazos, ni los muslos, etc. Por descarte, no hay más remedio que interpretar que son las tetas. ¿Otra vez las tetas, se preguntará el lector? Pues sí: no olvidemos que Gimferrer tiene un vocabulario riquísimo y quiere demostrarlo refiriéndose a la misma cosa con palabras distintas. Ahora bien: si una teta fulgura, como tampoco tiene luz propia porque los chimborazos ya están extinguidos, se trata de la luz que el deseo de él proyecta sobre las tetas de ella, las cuales que lo “deslumbran” no sé sabe si por la forma o por el tamaño. Todo ello (¡atención!) significa que con el deslumbramiento (de él), causado por las tetas (de ella), corona (ella, en él, es decir: dentro de él) “la cortesía al aire”; pero, cuidado!, porque hay la repetición de “de qué debo morir” (versos noveno y duodécimo). Si antes el asesino era la luz del nardo y la espiga en plural, ahora el asesino es clarísimamente ella, bajo una condición: en el caso de que con el deslumbramiento (de él) sea el instrumento con el cual ella corona la cortesía al aire que tiene que serle perdonado en él.

Resumiéndolo todo con otras palabras más clarividentes, que expliciten mejor los pronombres implícitos: todo empieza en la condicional del verso noveno: “Si (yo) sé decir (a ti) que (yo) quiero que (tú) digas (a mí) de qué debo morir (yo)…  Si (tú) perdonas (en mí) la cortesía al aire coronado “con” el deslumbramiento originado en las fulgurantes espigas (de ti)…” Ninguna de las dos oraciones termina, y todo queda en el maravilloso suspenso que confiere tanta sublimidad al poema; pero es que hay un misterio adicional en el penúltimo verso: ¿de quién es la cortesía? ¿Del aire o de él? Si es del aire, ¿por qué ella tiene que perdonarle la cortesía dentro del poeta, cuando sabemos perfectamente que son las espigas de ella las responsables de coronar el aire? En todo caso, si el galimatías tiene connotaciones erráticas, también las tiene eróticas, lo cual demuestra que lo oscuro o irregular no viene de la incapacidad expresiva del poeta, sino de su obsesión por el sexo. Un crítico lo explicó muy bien diciendo: “el poema demuestra hasta qué punto la razón se nubla cuando uno va caliente”. Algunos lectores pueden preguntarse qué importa ya todo eso si en el verso octavo ya ha habido la eyaculación precoz. ¿Es acaso la expresión del juego post-coital? Dejemos la pregunta al aire coronado.

Desde el punto de vista ético, se ve claro que el poeta es un poeta de mente… De mente liberal, queremos decir, lo cual se refleja en las obscenas figuras de la composición (polla, chocho, tetas, chimborazos, mástil, flete, etc.). Gimferrer, además de sus ya mencionados latos conocimientos del latín, exhibe su sexualidad al desnudo. Ella, en cambio lleva un florete-pareo para excitarle hasta el punto de la eyaculación precoz.

El tema del sexo, sin embargo, no tendría que ser tan explícito cuando la edad de los follantes pasa de los treinta años, a no ser que pasados los cuarenta aún sean los dos muy guapos, que no es este el caso. El sexo de un par de personas mayores tiene que mantenerse en la intimidad. Mostrarlo tan abiertamente, a tal edad, puede ser para muchos lectores de una obscenidad fea de ver y de imaginar. De ahí que muchos críticos se lo hayan echado en cara y consideren este poema como el más prescindible de los que el poeta haya escrito. Nosotros, sin embargo, no compartimos esta opinión. Es desagradable imaginar dos follantes que rozan la tercera edad, de acuerdo; pero, en todo caso, el poema es sublime.

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NOTA DEL EDITOR*

Estábamos terminando el comentario crítico de “Cunnus”, cuando la mujer de la limpieza de nuestro taller literario nos entregó un papel que recogió del suelo del retrete de la Editorial donde trabajan ella y el poeta. Resultó ser, por sorpresa nuestra, un poema con otro título latino del mismo autor: “Mentula”, que significa “polla”. Después de leerlo, nos dimos cuenta de que se trataba de otro soneto-plus, mellizo de “Cunnus”. Después de analizarlo y estudiarlo con detalle, nos percatamos de que tenía que ser posterior, puesto que tiene más calidad que el primero. Lo entregamos al Doctor Sinosforo Encendido, otro especialista en la obra castellana de Gimferrer, que redactó el estudio que aparece a continuación.

* Continua llegint

10 comentaris

22 Octubre 2011 · 14:41